Poco versado en el griego, según señala la tradición, pero maestro en desentrañar los laberintos del alma humana, Shakespeare despliega en Troilo y Crésida una versión descarnada y escasamente heroica de la guerra de Troya. Bajo su mirada, los célebres personajes de la Ilíada —Héctor, Paris, Aquiles o Helena— parecen perder el aura para inmovilizarse en una pompa grotesca. Héroes mezquinos, intrigas incesantes y lealtades volubles, beldades vanas y amores frágiles, punzantes reflexiones sobre la naturaleza humana, la justicia o el matrimonio, se entrelazan con algunas de las más encarnizadas de las célebres injurias shakespeareanas. Y en el centro está la historia de amor entre uno de los hijos de Príamo y la hija de un sacerdote troyano obligada a desertar, cuyas alternativas parecen seguir la suerte de la misma Troya.
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