Si la elaboración de los conocimientos que pertenecen a la obra de la razón, lleva o no la marcha segura de una ciencia, es cosa que puede
pronto juzgarse por el éxito. Cuando tras de
numerosos preparativos y arreglos, la razón
tropieza, en el momento mismo de llegar a su
fin; o cuando para alcanzar éste, tiene que volver atrás una y otra vez y emprender un nuevo
camino; así mismo, cuando no es posible poner
de acuerdo a los diferentes colaboradores sobre
la manera cómo se ha de perseguir el propósito
común; entonces puede tenerse siempre la convicción de que un estudio semejante está muy
lejos de haber emprendido la marcha segura de
una ciencia y de que, por el contrario, es más
bien un mero tanteo. Y es ya un mérito de la
razón el descubrir, en lo posible, ese camino,
aunque haya que renunciar, por vano, a mucho
de lo que estaba contenido en el fin que se
había tomado antes sin reflexión.
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